Parte 3: Los infieles deben morir… y sus secuaces también


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Infieles Serie por amarasleer.com

 

Una mujer sencilla pero fuerte

 

Fue ese día, un día de un espléndido sol, un día como cualquier otro que no prometía nada especial, un día de entre tantos días de su último año en la facultad de ingeniería… ese día él, la conoció.

Escuchó el alboroto en el campus universitario. Cuando se acercó, una multitud de curiosos estaban alrededor de un chico discutiendo con dos chicas. Al chico, él lo conocía bien, era su compañero de habitación Estévez Simth, un mujeriego profesional que aprovechándose de su físico y sus habilidades de seducción, tenía a la cuarta parte de las chicas de la universidad suspirando por él.             (Infieles Serie por amarasleer.com)

Por otro lado, estaban esas dos chicas: una atractiva, que pese a estar empapada de jugo, sería una modelo de revista con un poco de arreglo, ropas y accesorios adecuados, y la otra chica de aspecto común, que si bien no se podía catalogar de fea, no era propiamente la belleza con la cual un hombre coquetearía y menos un hombre como Estévez, o como él mismo, proveniente de una buena familia, de gran inteligencia, habilidades sobresalientes y buena apariencia. Sí, Luisan, era de ese tipo de hombres a quien no le faltaba nada en la vida.

Quizás, debido a la combinación de los aspectos anteriores, o debido a que siempre tenía esa aura fría e indiferente, Luisan, a pesar de su atractivo,  no tenía ni la sombra de una mujer al lado de él. A diferencia de Estévez no tenía citas, aventuras amorosas, ni tampoco rumores desagradables. Todos sabían que él estaba demasiado ocupado para  involucrarse con mujeres. Así que… qué chica lo conquistaría, era el tema de interés general, y la débil expectativa de quién podía ocupar el puesto de novia de Luisan, siempre había sido el punto central de los chismes entre los estudiantes.

Al ver la multitud y el alboroto, aceleró el paso para pasar de largo, pues como siempre, cuando se trataba de cualquier cosa ajeno a sus estudios, era totalmente indiferente.  Pero al pasar por detrás de la multitud escuchó una orden que lo hizo detenerse.

—Discúlpate

Esa voz firme penetró en sus oídos. No fue estridente, era más bien suave y serena, pero había poder en esa voz, que si se oía en la sala de un tribunal podría convencer. Ante ello, él tuvo que desacelerar sus pasos y girar hacia el sonido de esa voz. Su compañero Estévez estaba mirando con frialdad a aquella chica de aspecto común, pelo corto y de ojos negros; Estévez lanzó una sonrisa burlona y preguntó:

—¿Por qué debería disculparme? Esta no es una granja de pollos. Tú y tu amiga deberían saber su lugar. Aunque los tiempos han cambiado, siempre hay una línea que no se debe cruzar. ¿Cómo se atreven mujeres que provienen del campo estudiar en esta prestigiosa universidad, teniendo otras casas de estudios adecuadas para su nivel?

Luisan, pensando que su compañero de cuarto había aplastado a la  chica con ese comentario mordaz y que ya no había nada más que ver, prosiguió su marcha, cuando volvió escucharla hablar.

—Muy divertido

Él dejó de caminar y volvió a mirar. Ella tenía una sonrisa burlona, pero le impactó su mirada: esa mirada feroz. Se quedó mirando fijamente su rostro una vez más: sus ojos brillaban de ira, aunque había serenidad en su voz.  

—¿Qué es divertido?-preguntó Estévez con incredulidad

—El hecho de que personas de clase baja hayan ingresado a esta universidad, sea  para ti un problema más serio que personas no calificadas estén ocupando el lugar de otro (que por mérito sí debería estar) sólo porque cuentan con la palanca de papá.

Ella ha propósito sacó a relucir ese punto por el rumor que circulaba en torno a Estévez Simth; un secreto que irónicamente era del dominio público. Estévez tenía una expresión en blanco ante las palabras inesperadas. Al sentir la mirada de la multitud que lo rodeaba, su rostro se volvió más sombrío.                    (Infieles Serie por amarasleer.com)

—¿Me estás insultando a mí y a mi familia? Te puedo demandar por esto, por difamación.

—¡Uppss! ¿Lo que dije hizo referencia a ti? ¡No imagino como puede ser usado como prueba de difamación si ni siquiera te mencioné! No tengo nada que ver con el hecho de que te sientas aludido. Eres tan idiota, que tú mismo te estás condenando.

—Tú, tú…

—Déjame darte un consejo

Cortó en seco las palabras de Estévez. Tenía tal aura que ni siquiera Estévez pudo continuar hablando. Ella fue la única que habló con calma y una serenidad tan absoluta, que todo lo que estaba en su entorno quedó silenciado.

—Tienes un comportamiento infantil que ni siquiera un niño de seis años tiene. Has estado detrás de nosotras durante una semana acosándonos por ser nuevas. ¿Cuál es el punto de eso cuando supuestamente no estás interesado en nosotras? Entonces entre Roxana y yo, ¿cuál de las dos? ¿En quién estás interesado?

—¿Có? ¿Cómo dices?

—Si es en mí, lo digo por tu propio bien, escucha atentamente: el señorito no es mi tipo, no estoy interesada y, para tu información tengo todas las grabaciones de tu acoso y con eso yo sí te puedo demandar. Así que es mejor que pares este asunto.

Luisan sonrió encantado de ver con incredulidad como Estévez perdía el habla; no pudo evitar que en su interior brotaran las palabras:

— “¡Qué interesante!” -entre una mezcla de sorpresa y admiración por la chica de aspecto sencillo pero fuerte.

El avión aterrizó en el lugar donde haría escala, lo que finalizó con su recuento del pasado. Tenía que descansar en un hotel esa noche para en la mañana siguiente, alquilar un vehículo y manejar rumbo a casa, a su hogar. Desde los fatídicos sucesos él había tratado de comunicarse en vano con su esposa. No contestaba el teléfono de casa, ni tampoco el móvil. Mandó varios correos sin respuesta de retorno; tampoco pudo comunicarse por las redes sociales. Sentía el pecho apretado y una extraña premonición. Por eso tomó un vuelo rápido, sin programar, pese a las objeciones de Estévez.

Exactamente no sabía qué le diría al tenerla frente a sus ojos, ni tampoco había ensayado ninguna excusa, ni se le había ocurrido una mentira. Solo deseaba estar frente a ella y suplicarle su perdón, arrastrarse si era necesario, pero no perderla. Cualquiera diría que era un loco, pues después de las cosas que hizo parecería que obviamente no le importaba su esposa. Pero contrario a lo que esa situación podía dar a entender, él la amaba y mucho.

Era la única mujer con quién lograba conectarse más allá del plano físico. Con ella la conexión emocional era completa, plena y hermosa. Se sentía lleno al lado de su esposa, aún con las cosas más sencillas.  Y por eso, siempre cuando retornaba a casa, tenía esa extraña expectativa de volver a verla, ese delicado cosquilleo en su corazón de tenerla nuevamente compartiendo sueños, ilusiones y conversaciones significativas. Además, su esposa era una mujer inteligente cuyas conversaciones nunca terminaban en monotonía. Y esa luz: esa luz en su mirada que sólo era para él, que lo envolvía de calidez como la tenue luz del sol que bañaba el amanecer.

—“Los ojos de una mujer enamorada es una de las siete maravillas del mundo antiguo y del mundo moderno” –le solía decir ella  en son de broma-  “Uno de los momentos más sublimes que hay es cuando una mujer te mira enamorada. Pero una vez que se decepciona y pierde esa luz en su mirada, no hay retorno”.

Esas últimas palabras se lo dijo ella justo antes de partir al evento de lanzamiento del nuevo producto. Por alguna razón se sintió extraño cuando se lo dijo, pero como hombre que era, no le hizo mente. Aunque para ser honesto consigo mismo, él temía que ese momento llegara en algún momento, el tan temido día que ella lo descubriría todo.

En la habitación del hotel, después de ducharse e intentar fallidamente comunicarse con ella, encendió el televisor para distraerse un poco y así no volverse loco por la angustia. Sin embargo, la primera imagen que apareció en escena lo hizo sentarse de golpe: era ella, rodeada de reporteros y con esa mirada, esa mirada feroz que hacía que sus ojos brillaran no de amor, sino de ira. Y pronunció esas palabras que confirmaron su premonición, resonando en su cabeza como un eco:

—Me estoy divorciando de Luisan Kristoff. Aquí están los papeles de divorcio.

Sí, era una mujer sencilla, pero fuerte.

 

Continuará…

Edily Liz

 

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