Capítulo XXV: ¿Y si mi corazón sangra…?


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Capítulo XXV: Tertulia en la Terraza

 

Sentados en la terraza de un restaurante cercano, mientras tomaban una copa de vino junto a unos aperitivos, Flavio y Laly esperaban la comida solicitada. Era un restaurante cálido, con un agradable ambiente familiar y hermosa vista hacia una de las calles de San Marino.

—Tantas expresiones en tu rostro que no logro descifrar tus emociones

—¡Ah!  suelo ser bastante expresiva con mi rostro; se podría decir que tengo un rostro social, y a la misma vez que da el estado del tiempo

—¿Rostro social? ¿Estado del tiempo?

—Sí. Mi rostro se adapta a cada situación comunicativa, y a mis estados de ánimo

—¿Cada situación comunicativa y estados de ánimos? ¡Eres todo un personaje Laly!

Y antes de que lo malentendiera, se apresuró a decir:

—No es sarcasmo, es un piropo

Por breves segundos dos pares de pupilas se encontraron: azul intenso y marrones verdosos en perfecta armonía

—Y… ¿en qué piensas con esa expresión?

—”¿En realidad ese hombre tan bello es mi esposo? -Laly en sus pensamientos internos- voy a tener una implosión por no poder gritar de alegría. ¿Cómo puede el rostro de un hombre ser tan perfecto? Verlo así de cerca acelera mi corazón. Definitivamente, estar con ese hombre es malo para mi salud”

—¿Dime qué estás pensando? Acabas de cambiar nuevamente de expresión. No sé qué estado de tiempo está reflejando en este momento. Vas a tener que darme un curso

—”¿Me trajiste al mismo lugar que pensabas almorzar con tu íntima socia?”

—Sigues cambiando de expresiones. Ahora tu expresión es otra

 —Pudiste ser más creativo

—¿Cómo? ¿En qué sentido ser más creativo?

—No, no me hagas caso. Se me escapó un pensamiento y lo dije en voz alta. En cuanto a mis diferentes y versátiles expresiones, los irás conociendo poco a poco

—Ya veo…Por cierto, hoy sentí que estaba atravesando una tierra desconocida. Todo fue tan inusual. Hasta tu conducta fue… fue muy extraña

—¿A qué te refieres?

—No mostraste ni una pizca de celos, no me hiciste ninguna escena. Y hasta los momentos, no me has hecho ninguna pregunta sobre lo que estaba haciendo en la oficina con Ámber. Es como, es como si eso jamás hubiera sucedido. O es como si no te importara

—¿Querías una escena de celos? No gasto mis energías en eso. Pero si gustas, puedo montar una en estos momentos. Puedo personificar a una esposa celosa, posesiva, compulsiva o puedo asumir el rol de una villana y dar mi mejor interpretación. Todo por complacer a mi esposo

Laly dijo aquello infligiendo cierto dramatismo en su voz y poniendo su mano en el corazón y alzando la cabeza.                        (Historias de amor por amarasleer.com)

—¿Lo realizo?

—Deja de jugar. En realidad, ese extraño ambiente que se formó con tu presencia. ¿Tendrías la amabilidad de iluminarme? Pues aún me encuentro en las tinieblas

—¡Hmm! Muy sencillo. La empresa que estás heredando da reconocimiento a un líder por su valor humano más que por sus logros académicos o políticas asertivas

—¿Y.…?

—Eres muy bueno en tu área y tienes una brillante carrera, pero…

—Pero…

—Por esa vía tardarías muchísimo en ser aceptado, totalmente reconocido y ganarte la confianza de tus empleados, y especialmente la de tus socios

—Así que decidiste ganar su confianza por mí, repartiendo galletas caseras

Había cinismo en su voz, mirada penetrante y toda su persona era fría pero hermosa. Pero como siempre, ella no desvió la mirada, ni transfirió responsabilidad ni retrocedió por miedo.

—Un simple gesto puede anular de un plumazo un discurso lleno de argumentos

—Captaste mi interés -respondió Flavio mientras le daba un sorbo a su vino- prosigue

—Más que galletas, era un indicativo que te estabas integrando a una familia. ¿Entiendes lo que significó para cada uno de ellos que llevan años trabajando en esa empresa, muchos de ellos descendientes directo de los socios fundadores, recibir un correo personalizado del nuevo jefe? Así dejaron de verte distante y frío

—¿Correo personalizado?

Laly levantó la barbilla orgullosa con una expresión de triunfo en su rostro que decía: “anoté otro tanto a mi favor”

—¿Cuál es el contenido de ese correo?

Laly le pasó su dispositivo

—Está en esta carpeta, pero lo puedes leer también desde tu dispositivo pues lo transferí a tu correo. Si te fijas bien, cada carta es distinta, pues es totalmente personalizada dirigida a cada uno de los miembros de la empresa, destacando un aspecto significativo de su labor o desempeño. Por ejemplo, una de las cartas está dirigida a Massimo, uno de tus empleados. Lo felicitas por el nacimiento de su bebita que ya tiene  tres meses y hasta le diste un presente.

—¿Yo hice eso?

—Sí, lo hizo tu esposa, tu socia, en nombre tuyo, que es lo mismo. Por eso, este archivo es lectura obligada pues así sabrás el nombre de cada empleado y sus circunstancias de vida, años en la empresa, edad, desempeño y una matriz FODA de cada uno, y el regalo que le entregaste a algunos

Flavio se estaba frotando las sienes

—¿Por qué hiciste eso?

—Invierto la pregunta: ¿y por qué no lo podía hacer? Está en mis deberes como esposa apoyarte y ayudarte, ser tu respaldo. Recuerda: las letras pequeñas del contrato lo dicen

—Y lo expresas con una brillante sonrisa. Es decir, hacer cosas a mis espaldas y mentir por mí es tu deber como esposa… ¿no te parece aterrador?

—Si lo dices así, pareciera que sí, pero ajustemos las expresiones y las perspectivas: no lo hice a tus espaldas porque vine a la empresa para informártelo e incluso tienes en tu correo ese archivo; y no mentí por ti porque fue un correo enviado por los dos, si te fijas en el remitente somos los dos que aparecemos

Flavio parpadeó por un momento y amplió una de las cartas para verificar el remitente.

—Y antes de que preguntes si puedo hacer eso, no es un correo oficial de parte de la empresa, es un correo personal de parte de los dos agradeciendo a todos los que asistieron a nuestra boda (que fueron casi todos los empleados) y expresando tu deseo de contar con su excelente desempeño laboral. Y aprovechaste para resaltar el valor humano de cada uno. No involucré de manera directa tu cargo como director de la empresa, pero indirectamente ya no te ven como el nuevo jefe que vino del extranjero

Flavio estaba sin palabras y cuando por fin salió de su asombro y habló, incluso tartamudeó:

—¿En qué? ¿En qué momento hiciste todo eso?

—Antes de casarnos estudié el expediente de cada empleado y en la recepción de bodas tomé nota de los que asistieron. También conocí a los más cercanos al abuelo y conversé un rato con ellos. Ya había redactado las cartas dirigido a cada uno. Esta mañana envié los correros mientras horneaba las galletas, pues era el momento perfecto tras tu primera reunión con los socios

—¡Y voilà el revuelo que sucedió!

—¡No! ¡La excelente atmósfera que sucedió!

En ese momento trajeron la comida y, como si fuera por un acuerdo tácito, dejaron de hablar del tema. Los dos empezaron a comer. No hubo necesidad de seguir hablando pues todos los puntos estaban perfectamente cubiertos. De vez en cuando Flavio miraba furtivamente a Laly y al hacerlo, para su sorpresa, se le subían las comisuras de los labios y sentía una sensación extraña pero agradable en el corazón. Laly para él se estaba convirtiendo en un interesante enigma; no sabía con qué sorpresa diferente e inesperada podría salir que rompiera con todos sus esquemas, muy diferente a su primer encuentro y la primera impresión que tuvo de ella. Y muy diferente a Ámber, que solo le estaba causando problemas.

Mientras Flavio estaba sumergido en sus pensamientos internos, Laly aprovechaba de fotografiarlo ante el menor descuido. Y es que esa yuxtaposición entre su excesiva belleza y el paisaje de fondo hacía que se preguntara si ese hombre con esa brillante apariencia era de la misma raza humana. Sus rasgos eran brutalmente hermosos y Laly lo sabía… estaba llena de fascinación por este hombre. Sí, que se podía hacer, era una mujer enamorada y lo reconocía con sinceridad. A sus ojos, Flavio era una estatua cuidadosamente tallada que había cobrado vida. Su brillante cabello dorado, que parecía estar hecha de hebras hiladas de luz solar, siempre atraía su mirada, y sus ojos azules oscuros y profundos como un lago desconocido, seguían cautivándola. Incluso la expresión indiferente e insensible de su rostro, autoritario y determinado, lo hacían más interesante.      (Historias de amor por amarasleer.com)

-”Es inevitable; si miras las aguas profundas por mucho tiempo, te sentirás atraído por ellas” -pensó- ”tengo un hermoso esposo de abdominales de ocho paquetes, ¿qué más puedo pedirle a la vida?” -sonrió  por su ocurrencia

Al escuchar la risa, Flavio alzó la cara y fijó su mirada en ella. Pero no fue cualquiera mirada. Fue una mirada intensa llena de emociones que aceleró el corazón de Laly y secó su garganta. Sintió como si una bola de fuego estuviera atrapada cerca de su corazón.

Los ojos marrones de Laly, inteligentes y afectuosos e innegablemente perceptivos, se centraron en los de él. Y aunque fue por fracción de segundos, Flavio tuvo el insólito pensamiento de que de algún modo, ella lo sabía todo de él hasta el último detalle: desde su nacimiento, sus momentos más tristes (como la pérdida de su padre) hasta su realidad actual, su yo de ahora. En aquel instante, parecía que ella lo conocía mejor que cualquier otra persona que hubiera caminado sobre esta tierra. Fue emocionante, pero a la vez aterrador… muy aterrador para Flavio.                              (Historias de amor por amarasleer.com)

 

Eidly Liz

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