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XXIX: El hombre de la máscara
Laly estaba totalmente absorta en realizar múltiples cosas a la vez, desde los aperitivos de introducción, revisar los vinos y demás bebidas que se servirían, hasta las cremas, y por supuesto, los platos principales. Junto a los coloridos platos de verduras, hubo platos de carne con deliciosos olores que llamaban la atención de la vista y el olfato. Quería no solo deleitar los paladares con la gastronomía de San Marino, sino también con pequeñas muestras de platos representativos de algunos de los invitados. Todo debería quedar muy bien. Estudió antes, planificó antes y organizó antes, nada había quedado al azar.
Lo mismo podría decirse de la decoración de las mesas y del jardín. Puso un ramillete de flores representativo de la región donde se sentaría cada grupo de invitados. Y la decoración del jardín fue cuidadosamente manejado para que resultara un ambiente familiar y acogedor.
Por supuesto, nada de eso lo logró sola, tuvo la ayuda de buenos amigos como Lía, Lorenzo, el abuelo (encargado de las bebidas por ser experto en vinos) y su amiga de la floristería Anna. Previamente semanas atrás, había tenido una reunión de trabajo con ellos donde se planificó todo, y a medida que se acercaba la fecha, se reunieron varias veces para ver el progreso de lo planificado, corregir detalles y hacer un plan de contingencia en caso de necesitarlo. Todo ello a espaldas de Beatrice, quien nunca se enteró, pues esas reuniones lo realizaba Laly cuando visitaba al abuelo o cuando salía a la cafetería con Lía. Para Beatrice, la señora había dejado todo a última hora por exceso de confianza y por ser ingenua, lo que le hizo pensar que ella era una presa fácil de entrampar.
Beatrice tampoco estaba al tanto de que Laly había escuchado una conversación que ella tuvo desde su habitación, semanas antes del evento. Ese día Laly estaba pasando por el pasillo y escuchó a Beatrice susurrando. Como Laly no confiaba en Beatrice sus instintos se activaron con un extraño presentimiento. ¿Por qué susurraría si no tenía nada que ocultar? Así que se acercó sigilosamente a la puerta. Aunque no había escuchado el principio de la conversación ni sabía con quién hablaba o la respuesta que provenía de la otra parte, lo que alcanzó a escuchar la puso en alerta máxima.
—La señora ha estado muy tranquila. ¿Por qué no usar ese aspecto a su favor?
—”Eres inteligente. Conoces muy bien mis pensamientos. Intenta averiguar qué platos preparará mi némesis para la cena lo antes posible. Cualquier información es útil, así sea trivial. No falta mucho para la fecha, así que debemos agilizar los planes”
—Sí, por favor no se preocupe. Le haré saber que platos piensa servir para ese día
—”Estoy ansiosa por ver la cara que pondrá cuando se arruine todo”
—Creo que podría terminar convirtiéndose en un gran evento. Tengo que colgar y regresar a mi trabajo. Le estaré informando
Laly se apartó y caminó hacia el primer piso pensando en lo que escuchó. Esas solas pistas: “aspecto a su favor”; “platos que piensa servir”; “gran evento” y “le estaré informando” más su intuición (que hasta los momentos nunca le había fallado) le indicó que alguien (además de Beatrice) quería sabotear la cena de la que ella sería anfitriona. Desde ese momento se puso en alerta máxima y diseñó un plan de trabajo, pero también una forma de desenmascarar a Beatrice y si es posible para quién ella trabajaba: Ámber, de la cual no tenía duda de que era ese alguien tras bastidores.
Y hoy era ese día, muchas emociones comprimidas: nervios, expectativas y miedo a fracasar. Pero respiró hondo y siguió moviéndose, firme y en pie. Con paralizarse no lograría nada.
Mientras tanto, Beatrice al ver que se acercaba la hora, buscaba desesperadamente la forma de entrar a la cocina que se había convertido en terreno prohibido. No importa cuánto lo intentara, Laly la ocupaba en otras cosas triviales como mandados o que ayudara en la parte de los arreglos florales. Cuando los minutos pasaban se desesperó tanto que ideó un plan que si bien se desviaba del original, para los efectos de arruinar el evento, funcionaría a la perfección. Mejores series de amor por amarasleer.com
—Señora ahora que lo pienso -dijo acercándose a Laly- siempre para esos eventos es bueno tener un botiquín de primeros auxilios como pastillas para el dolor de cabeza, acidez estomacal o medicamentos para ayudar con la digestión, si surgiera la necesidad. Pero tras revisar, no tenemos suficiente en casa. Me ofrezco para salir a comprar
Laly la miró y le dio una dulce sonrisa de aprobación, como agradeciendo su brillante idea y consideración. Beatrice sonrió satisfecha, pensando que Laly no sospechaba de sus verdaderas intenciones cuando le entregó la tarjeta. Mejores series de amor por amarasleer.com
—¿Y ahora qué estará tramando? -preguntó Lía
—Exactamente no sé, pero le estoy dando cuerda, estoy dejando que todo fluya según lo previsto. ¿Y Lorenzo ya hizo lo que le pedí?
—Está en eso; ya terminó en la cocina, ahora está en tu habitación
—Bien, perfecto
—Dentro de un rato tienes que empezar a arreglarte. Debes verte regia, lucir como anfitriona, digna representante de tu esposo. ¿Y Flavio? ¿Vendrá a arreglarse aquí?
—No, él llevó una muda de camisa y su traje a la oficina. Piensa llegar junto con algunos invitados. Así me dará chance de tener más tiempo para mí.
—Bien vamos a terminar los últimos detalles. Anna se encargará del resto, para que te de tiempo de ponerte hermosa
De regreso, Beatrice estaba satisfecha de haber podido salir de la casa. Si bien es cierto que compró las medicinas señaladas con la tarjeta de la señora, eso era una simple excusa. En realidad, con su propia tarjeta compró unas gotas que estimulan el intestino, un laxante potente. Pensó que como no había tenido oportunidad de sabotear y todo iba marchando sobre ruedas, entonces a la primera oportunidad, vaciaría rápidamente las gotas en la crema que se serviría al comienzo de la cena. Entonces el dolor estomacal no permitiría seguir comiendo y todo se arruinaría, siendo vergonzoso para Laly. Todo señalaría una mala manipulación de los alimentos o que los ingredientes usados estaban en mal estado.
Por supuesto, tenía que avisar de ese cambio de planes de última hora, pues ya no tendría sentido traer la comida encargada. Así que antes de entrar, se detuvo en el jardín detrás de un árbol para escribir. Pero de repente en su campo visual notó a un hombre con máscara mirándola. Cuando levantó la barbilla y giró la cabeza hacia la dirección que creyó ver al hombre, no había nadie, como si el hombre hubiera desaparecido de la nada.
—”¡Qué raro!” -pensó- “Estaba segura que vi a un hombre con máscara parado justo allí, a esta distancia de mí
Caminó hacia esa dirección, pero no había nadie, ni siquiera rastros, como si hubiera sido una ilusión
—“¿Será por los nervios que estoy viendo cosas extrañas?”
Eidly Liz
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