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Romance desde la niñez amarasleer.com
Capítulo XII: Un Romance desde Pequeños
Cruzando la calle frente a la joyería, había un cafetín, y Laly, Lía y Lorenzo allí sentados en una mesa, observaban divertidos como el abuelo no lograba deshacerse de la señora Leonardo y como esta no paraba de hablar y de realizar con su cuerpo, manos y cara toda clase de gestos. Aquella escena estaba logrando entretener a Laly y a Lía, pero no tanto a Lorenzo. Él estaba serio, en silencio, cabizbajo y hasta se podría decir… ¿triste?
Laly, con esa habilidad de leer los estados de ánimo, empezó a pasarle la mano por el cabello, con la misma ternura de una hermana mayor. Luego le dijo:
—Vamos mi Lore, esto no tiene nada que ver contigo. Esa señora está mayor y tiende a hablar más de la cuenta, y quizás mezcló todo, entre rumores y verdades. No le hagas caso
—Ya no soy un niño Laly, y entiendo las cosas. Sé que mis abuelos se esforzaron en ocultarme algunos detalles para que creciera en un ambiente de amor y cariño. Pero a medida que uno va creciendo y escuchando comentarios por aquí y por allá y atando cabos, pues… uno se da cuenta de cómo pudo ser todo. Es inevitable no tener una mala imagen de mi madre o vivir con la sospecha de que quizás no sea hijo de Adriano o de pensar que mi concepción trajo dolor a… al señor Adriano o a mi hermano… al único hermano que tengo en el mundo, al cual admiro tanto y me gustaría ver algún día en sus ojos afecto por mí y no esa mirada de rechazo o incluso aversión. No soy tonto, comprendo todo
—No dejes que los errores que cometieron otros en su pasado, arrastre tu presente y destruya tu futuro. Tú no tienes nada que ver con las decisiones de otros. Eres el menos indicado para sentir culpa. Y en cuanto a tu hermano, entiende que es un terco cretino que pronto se dará cuenta de su error por tratarte así. Lo único que puedo decir a su favor es que él… bueno, tampoco tiene culpa del caos del pasado, pero no justifico que haya enfrentado ese asunto del modo inadecuado. Pero para esto estoy aquí, para apoyarte, y ayudarte a ti y a él. Si trabajamos juntos y tenemos paciencia, ustedes podrán reunirse nuevamente como una familia cariñosa y feliz
—Gracias Laly; gracias por estar aquí –dijo Lorenzo conmovido- Sinceramente gracias por estar en nuestras vidas
—¡La gran Laly al rescate! –dijo Lía en un tono un poco burlón
—Mira por fin se fueron -apuntó Lorenzo con el dedo índice en dirección a la joyería- Ya podemos regresar, pero ¿y las bebidas que encargamos? No podemos entrar a la joyería con las bebidas
—Que Lía retire las bebidas y nos espere fuera de la joyería
—¿Qué? ¿Estás loca? Yo no vine hasta acá contigo para servir de portera. ¡Que se pierdan esas bebidas! Tengo que estar presente cuando veas cada modelo de anillo
Por otro lado…
Flavio ya había regresado a su apartamento. La señora Beatrice había desempeñado un buen trabajo recogiendo las cosas esenciales y haciéndole las maletas, cubriendo los muebles con un forro protector y organizando todo. Ella era muy eficiente en su trabajo y aunque tenía relativamente poco tiempo trabajando con Flavio (llevaba diez meses con él) era la que más tiempo había durado. Es que Beatrice había aprendido a manejar muy bien las exigencias de su jefe y él, hasta cierto punto, apreciaba su trabajo.
Beatrice era una mujer un poco más de 50 años. Había nacido en Italia y había trabajado en primer lugar para la familia de Ámber. Con ellos llevaba una gran trayectoria. Pero cuando su salud se deterioró debido a la fibromialgia, le recomendaron trabajar para Flavio, pues su apartamento era más fácil de llevar que la mansión en la que vivía la familia de Ámber. Resultó que después de unos meses pasó la prueba y se quedó trabajando con él. Ahora que él regresaba a San Marino le pidió que siguiera trabajando para él y ella accedió con gusto. (Romance desde la niñez amarasleer.com)
—Todo está listo señor. Todos los muebles con su forro y las demás cosas en cajas de madera para cuando regresemos en 6 meses
—¡Está bien Beatrice! Iré al cuarto a descansar un poco. Por favor no me pase ninguna llamada que tengo la cabeza a punto de estallar
—Está bien señor. Así será. ¿Quiere que le prepare un café?
-No, me tomaré una pastilla y me acostaré
Luego de tomar la pastilla, Flavio entró a su cuarto. Tan pronto se tiró en la cama, en su cabeza empezó a circular la conversación que inevitablemente escuchó. Solo deseaba dormir un poco, pero aquella conversación le daba vueltas y vueltas en la cabeza.
—¡Ojalá pudiera recordar algo! ¡Ojalá pudiera entender ese sueño! ¡Quiero encontrar alguna pista que me indique cómo murió mi padre!
Horas más tarde…
Laly estaba en el jardín de la casa del abuelo. Era una encantadora mansión con un hermoso jardín y una piscina. Estaban sentados los tres: ella, Lorenzo y el abuelo, contemplando ese perfecto atardecer mientras disfrutaban de un buen café con galletas.
—Tu casa es igual a esta Laly, bueno, solo un poco más pequeña y sin piscina en el jardín. Quizás más adelante…
—No te preocupe abuelo, precisamente por eso me gusta. Me encanta lo acogedor que es y lo bien distribuido que está todo, a pesar de ser más pequeño. No cambiaría nada. Una casa grande implica más trabajo, y no quiero vivir esclavizada a los oficios de la casa, je, je
—¿Pero, qué dices? Creo que Flavio traerá una señora que se encargará de la limpieza. Y en caso contrario podemos contratar una
—Sí, pero hay cosas que sólo los debo atender yo. Y ninguna señora desempeñará mis funciones
Dijo aquello con voz cantarín, orgullosa de desempeñar su nuevo rol. Lorenzo sonrió al verla, para luego levantarse y atender una llamada entrante en el teléfono
—Lorenzo se ha encariñado mucho contigo Laly. En realidad, has robado el corazón de mis dos nietos
—¡No, qué va! El corazón del otro es de difícil acceso… imposible de robar
—A pesar de lo que aparenta Flavio, mi intuición me indica que ese corazón es tuyo Laly, pues siempre lo ha sido. Solo necesita recordar lo bien que se siente latir junto al tuyo. Me acuerdo cuando ustedes eran pequeños: se hicieron amigos inmediatamente, encajaron de forma natural. ¿Recuerdas el día de su paseo por el bosque, el primer día que se conocieron?
—Sí, recuerdo. Ese día fuimos al bosque supuestamente a buscar trufas. No sé cómo se me ocurrió a mí que podíamos encontrar trufas. Nos distrajimos tanto que no nos percatamos de la hora y cuando tomamos el camino de regreso a casa empezó a llover muy fuerte. Nos escondimos en una cueva. Me acuerdo que había muchas luciérnagas y a Flavio se le ocurrió atraparlas en una botella que yo llevaba en el bolso. Cuando pasó la lluvia nos sirvió de lámpara. A partir de ese momento empecé a confiar en él, por su inteligencia y la seguridad con que me tomó de las manos y me dijo: “No tengas miedo, te llevaré a casa”
—Y lograron regresar a casa. Mientras nosotros vueltos locos buscándolos en todas partes, ustedes ya estaban tranquilamente frente a la casa esperándonos
—Sí –mi pobre madre, estaba tan asustada. No dejaba de besarme, abrazarme y regañarme al mismo tiempo. En fin, fue una pequeña travesura a mis 9 años
—Flavio tenía 11 para ese momento. Desde que Flavio te conoció dejó de ser tan inseguro y acomplejado. Como se volcó en cuidarte y protegerte, dejó de pensar tanto en sí mismo. Le diste la confianza que necesitaba al tener una razón por la cual luchar, a alguien en quién pensar más que en sí mismo
—Es que no sé, nunca me fijé en que era gordito. Cuando me lo presentaron lo vi como un amiguito más
—Fuiste la primera que lo trataba así, mirándolo a los ojos, a su alma y no a su talla. Ni su mamá era así con él. Lo único que le repetía una y otra vez es que si no rebajaba se parecería a una ballena y que no quería que fuera gordo como su papá
—Pero es que ni Adriano ni Flavio eran tan gordos. El señor Adriano no estaba en forma, pero… tampoco es que era un gordo exagerado, y Flavio era un niño, su cuerpo aún no había cambiado; fíjate cómo está después del estirón que echó con los años
—Pero así era Isabella; para ella la apariencia lo era todo… en fin hija… lo hecho, hecho está, recuperemos el tiempo perdido y pongamos manos a la obra
En ese mismo momento…
—¿Entonces tu nombre es Flavio? ¿Sabes lo que significa tu nombre? ¿No lo sabes? Rubio y te combina bien. Ese cabello tan dorado que tienes… ¿será que tu mamá consumía pastillas de oro cuando estaba embarazada de ti?… ¡Je, je! ¿Te imaginas eso? ¿Oye por qué no hablas? Se me va a cansar la lengua, en todo el trayecto no has dicho absolutamente nada. Soy la única que habla. Es malo sentirse ignorada
—No te ignoro, presto atención a cada una de tus palabras. Pero no sé qué decirte y, además, creo que debemos regresar, mira aquellas nubes, ya está oscureciendo y parece que va a llover
—Quizás tengas razón. Ha sido un fracaso nuestra misión de exploradores. Pero no recuerdo bien como regresar, nos hemos alejado mucho
—Yo sí recuerdo que es por aquí, sígueme
—Espérame… ¡Oh no! ¡Empezó a llover! ¡No me puedo mojar, no salí abrigada y si me enfermo me van a regañar!
—Ven vamos a meternos en aquella cueva; toma, ponte mi chaqueta
—¡Qué hermoso! ¿Vistes todas esas lucecitas? -dijo Laly con admiración apenas entraron a la cueva
—Son luciérnagas.
—¡Espectacular!
—Dame el frasco que llevas
—¿Para qué?
—Para atraparlas
—¡Oh no! No quiero que sean prisioneras
—¡Tranquila! Es para tomar algunas para que nos alumbren por el camino. Cuando salgamos del bosque las liberamos
—¡Ah! ¿Cómo una lámpara? ¡Genial!
—Apenas pase la lluvia un poco, nos vamos
Flavio empezó a mirar a esa niña como nunca había mirado a otra. Bajo el efecto de las luces, sus ojos marrones brillaban con más intensidad. La contempló en silencio: su sonrisa, cada movimiento y lo extasiada que parecía mirando esos focos de luz como si fuera la octava maravilla del mundo. Por alguna razón no se sentía cohibido en su presencia; al contrario, se sentía a gusto y un sentimiento nuevo para él empezó a emerger de su interior llevándolo a decir instintivamente: “tranquila Laly, nada malo te pasará” (Romance desde la niñez amarasleer.com)
Tras un rato la lluvia cesó. Flavio salió y sorprendiéndose a sí mismo de que se atreviera a hacerlo le dijo:
—“Dame tu mano. No tengas miedo, te llevaré a casa”
—Laly le sonrió mientras unía sus manos a las de él
Y Flavio despertó con una agradable sensación en su interior. Se dio cuenta que había quedado profundamente dormido y que no había tenido sus acostumbradas pesadillas. Después de mirar un rato al techo, se sentó en la cama con una frase que le producía ternura cuando la recordaba: “tranquila Laly, nada malo te pasará”. Y con esa dulce sensación, se incorporó con una sonrisa. (Romance desde la niñez amarasleer.com)
Eidly Liz
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Una respuesta a «Capítulo XII: ¿Y si mi corazón sangra…?»
Hermosa historia!
Realmente es muy difícil detener la lectura. Espero con ansias los siguientes capítulos.
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