Capítulo XXIII: ¿Y si mi corazón sangra …?


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Capítulo XXIII: Entrando en una tierra desconocida

 

Flavio permaneció veinte minutos con Ámber en su oficina después de la llegada de Laly, pues su cambio de humor lo instaba a darle una lección a Laly. Ella no debió venir a invadir su espacio de trabajo. Le recordaría que la relación de los dos era contractual; no debería comportarse como la típica esposa. Una vez más necesitaba dejar las cosas claras si no quería que ella sufriera al final de los  seis meses. Tampoco quería estar  envuelto en una estúpida maraña de malentendido sentimental. Se la imaginó sentada esperándolo y con su mejor cara de sorpresa cuando lo viera  salir con Ámber. Después de eso, y antes de que formara un berrinche, la haría pasar a su oficina y la regañarla de forma fría y tajante. Tras ello, no volvería a repetirse su visita improvisada a su lugar de trabajo.

Tras tener todo fríamente calculado en su mente, salió de su oficina. Sin embargo, al salir, lo que vieron sus ojos bloquearon por completo sus objetivos del momento. Resulta que su esposa estaba hablando de lo más calmada y confiada con tres de sus socios y con otros empleados. El ambiente era cálido, amigable y ella les sonreía en todo su esplendor.

Y es que Laly había sido bendecida con belleza, pero era su sonrisa la que la hacía irresistible: una sonrisa dulce, brillante y cálida a la vez, que calentaba por dentro los corazones de los demás. Al mismo tiempo, tenía un temperamento noble inviolable y una elegancia tan pulcra y refinada que daba la sensación que estabas viendo a la mismísima reina Victoria o un noble de rango superior.    (Las mejores historias de amor por amarasleer.com)

—¡Flavio excelente! –dijo uno de sus socios con su pulgar arriba

—¡Sí, vaya manera de empezar a tomar las riendas de la empresa! -dijo el señor Domenico acercándose a él

El señor Domenico era contemporáneo de su abuelo, muy respetado por la Junta Directiva y uno de los socios fundadores. Hoy fue su última participación en las reuniones de la junta, pues al igual que Gian Marco  pensaba retirarse y dejar en el cargo a su hijo. Era un socio influyente y uno de los que más desconfiaba que Flavio pudiera suplir el vacante de Gian Miarco. Y aunque en la reunión de hoy Flavio lo manejó de forma impecable, sintió que Domenico aún  estaba reacio a dejar la presidencia en sus manos. Por eso fue un poco sorprendente verlo sonreír y apretarle los hombros de forma cariñosa como justamente estaba sucediendo en estos momentos. ¿Qué rayos exactamente estaba pasando? Más sorprendente fueron las siguientes palabras que salieron de su boca:

—Ya me puedo retirar tranquilo. Sé que la presidencia estará en buenas manos como lo estuvo todo este tiempo en las manos de tu abuelo Gian Marco.

Flavio observó sigilosamente a su alrededor. Los otros socios y algunos empleados asentían con la cabeza. Hasta su asistente lo miraba de manera cálida, pero era una calidez mezclada con confianza, derivado de años de relación y de trabajo mutuo… ¿Por qué el ambiente se había tornado así de repente? ¿Qué estaba sucediendo? ¿Sería por la presencia de Laly? ¿Cómo podría ella con su simple presencia causar ese efecto?

—Jamás se me habría ocurrido una idea tan brillante para recordarnos que esta empresa es una familia más allá del edificio, los muebles y los escritorios. Ahora sé que además de tus años de experiencia y conocimiento, aportarás tu corazón a esta sociedad. El detalle que faltaba para confiar plenamente en ti y apoyarte como líder. A nosotros nos genera desconfianza solo aptitudes sin razón y conocimientos sin corazón

Flavio se encontraba en un estado muy peculiar, pues tenía esa sensación de que acababa de suceder algo bastante importante, pero no tenía idea de qué se trataba. Justo después de la reunión de esta mañana los socios no le habían mostrado esa actitud. Y de repente… todo cambió. Hasta los empleados lo miraban con ojos brillantes, confiados y agradecidos. ¿Será que estaba entrando en una tierra desconocida? ¿Alguien tendría la bondad de darle una explicación lógica?

—Bueno chico -siguió diciendo Marco, el otro socio- ahora sí sabemos que nos guiará un corazón con cerebro, y no un cerebro sin corazón. Así es como a nosotros nos gusta y tu abuelo no se equivocó al postularte

Flavio seguía sin entender, pero de lo que sí estaba seguro era que Laly tenía algo que ver con esa extraña atmósfera y lo confirmó cuando sus ojos se encontraron: ella no desvió la mirada y tenía cierta complicidad en ella. A la finalización de las palabras de Marco todos los presentes aplaudieron y Laly fue una de las que más aplaudió, lo miraba con calidez y orgullo a la vez.

Flavio la siguió mirando con signos de interrogación en cada pupila y ella le respondió con una mirada pícara, como diciéndole: “en la casa hablamos… ¿te sorprendiste verdad?”       

—Y Flavio amigo -le dijo el que anteriormente había levantado el pulgar- tienes una esposa brillante

—Mejor imposible –dijo Domenico- que niña tan inteligente, cálida y hermosa… la combinación perfecta para un hombre como tú

—Bien entonces -dijo Laly con voz amigable- como ya falta poco para ir a almorzar, no les importaría si tomo cinco minutos de su tiempo para repartirles unos dulces para que puedan merendar más tarde ¿verdad? ¿Chiquillo te parece? ¿Puedo?

Ante las palabras de Laly, todas las miradas se enfocaron en Flavio mientras se escuchaban murmullos: “le dijo chiquillo”; “¡qué linda forma de hablarse!”; “se llevan tan bien, destilan amor en sus miradas”.

Flavio asintió con un leve movimiento de cabeza, mientras sentía como se le calentaba las orejas. A esa señal, Laly procedió a sacar dulces de una caja grande y a repartirlos. Lo sorprendente fue que además de lo amigable que era con todos, ella decía el nombre de cada persona cuando se acercaba para entregarle el dulce… ¿en qué momento se había aprendido los nombres de todos, si él mismo sabía apenas cinco? Él la siguió observando y no cometió equivocación en los nombres de ninguno, pues nadie la corrigió. Se quedó admirado.

Él se acercó a ella y le pasó la mano discretamente por la cintura mientras le susurró al oído y le habló entre dientes: “¿exactamente qué está sucediendo? Me parece que tú sí sabes y tienes mucho que ver; me debes una explicación”

Como siempre ella no le desvió la mirada ni retrocedió por miedo. Sencillamente lo miró con calidez y pasando una de sus manos por la nuca de Flavio, respondió:

—¡Ah! ¿Deseas ayudarme a repartir?¡Gracias chiquillo, eres tan dulce! En la otra caja están los demás dulces. Agradezco tu ayuda pues así terminaré más rápido, buena idea

Flavio volvió a envolverla en sus brazos y se acercó nuevamente mientras le decía: “no te hagas la inocente, después hablaremos; tenemos muchas cosas de que hablar”

Ella aprovechó su cercanía para darle un beso en la mejilla. El beso fue muy ruidoso (Laly lo hizo a propósito) para que los que no los estaban mirando se percataran. Ante esta situación las orejas y el cuello de Flavio se pusieron rojos. Todos los observadores estaban deleitados en ver ese hermoso cuadro de recién casados enamorados, y no cesaban los murmullos (casi a gritos) sobre lo bien que se veían como pareja y del afecto que se tenían. Todo ello cual pólvora, se regó desde ese día por todas las oficinas.

Todos estaban encantados, todos… a excepción de una persona que estaba parada en un rincón tal si fuera un maniquí, pues nadie se había percatado de su presencia… Ámber se mordía los labios confundida.

 

Eidly Liz

 

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2 respuestas a «Capítulo XXIII: ¿Y si mi corazón sangra …?»

  1. Avatar de Evelyn
    Evelyn

    Cada vez más interesante.

    1. Avatar de Eidly
      Eidly

      👍😁

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