Capítulo XIII: ¿Y si mi corazón sangra…?


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Capítulo XIII: Una situación incómoda

 

El muy esperado día se estaba acercando: la unión entre Flavio Stefanelli y Laly Ceccoli. Él era todo lo que ella había prometido evitar (al menos en su futuro esposo) y ella era todo lo que él necesitaba. Pero así se estaban dando las cosas… así se estaba entretejiendo la vida de uno en el otro.

La familia de Laly había viajado a San Marino (la capital) y se habían alojado en un lujoso hotel que el abuelo Gian Marco les había reservado unas habitaciones. En la terraza de ese hotel se celebraría la recepción. Todo estaba organizado con sencillez, pero sin dejar de ser sofisticado y hermoso. Laly llevaba en San Marino más de una semana, pues se había encargado de cada detalle junto con la ayuda de Lía y Lorenzo.    (Novelas para leer online amarasleer.com)

Días previos, con la ayuda de ellos, se  dedicó a arreglar la casa donde viviría con Flavio. Así que cuando Flavio llegó cuatro días antes de la boda, no necesitó quedarse en un hotel, pudo quedarse en su casa a partir de ese momento. Y para su sorpresa, le gustó la decoración, el estilo, la sencillez, combinado con lo acogedor. Se dijo para sí mismo: “se nota el buen gusto femenino”.

Desde el momento de su llegada, Flavio había intentado en vano ver a Laly y conversar con ella. No habían logrado coincidir, o mejor dicho, Laly no había hecho un espacio en su agenda para él, pues no quería darle tregua. Eso de cierta manera le pareció infantil y lo había molestado, a tal punto que volvió a encender la chispa de rivalidad entre los dos. Así que la última vez que intentó verla y no coincidieron en la cita, la llamó por teléfono y hablándole de manera autoritaria (¡que solo a él le sale tan bien!) renovó nuevamente los términos establecidos para su contrato matrimonial.

Sin embargo,  apenas terminó la llamada, se sintió mal por la manera en que se expresó.

—“¡Vamos Flavio! ¡Eres terrible! ¿Por qué la trataste así si lo que querías es estar con ella? ¡Y ahora mírate, estás hecho un desastre!” “¡Pero es que esa mujer me vuelve loco!”

Sonó el timbre y Beatrice fue a abrir. Era el abuelo Gian Marco. Tampoco había podido ver a Flavio desde su llegada. Al verlo, Flavio inmediatamente se puso de pie para recibirlo, reacción inesperada para el abuelo.

—Ya veo que estás instalado en tu casa hijo, me alegra

—Bienvenido abuelo. Es grato tenerte ¿deseas tomar un café?

—No es necesario, más bien, aprovechemos el tiempo y hablemos un poco. Necesitaba hablar contigo de… bueno de abuelo a nieto, a falta de tu padre, yo quería…

Flavio sonrió. No era habitual en él, pero cuando lo hacía le quedaba genial. Era una sonrisa realmente tierna. A pesar de la negativa inicial del abuelo, le hizo señas a Beatrice para que preparara el café.

—¿Así que vas a tener una conversación conmigo de esas sentimentales? ¿Consejos para la vida de casados?

—Humm! Se podría decir

—Bien, digamos que hoy estoy receptivo y dispuesto a escuchar

—Bueno hijo –el abuelo se incorporó hacia adelante aclarando su garganta y organizando primero las palabras- sé que quizás creas que Laly y tú no tienen los mejores comienzos para un matrimonio. Pero tengo mis razones para decirte que difiero de tu opinión e incluso agregar que…

En ese momento sonó el timbre y Beatrice fue a abrir. La persona que entró por la puerta no era la indicada para ese lugar ni ese momento en particular. Al verla, el abuelo dejó de hablar, para luego mirar de forma incriminatoria a Flavio.         (Novelas para leer online amarasleer.com)

—¡Buenas tardes! No pensé que Flavio tuviera compañía. Usted debe ser… el abuelo Gian Marco. Es un gusto conocerlo

—No puedo decir lo mismo señorita. Para mí no es un gusto verla por aquí –respondió el abuelo secamente

—¿Cómo dice?

—No es un gusto ver como una mujer no se respeta. Si viene a visitar a un hombre que se casará mañana ¿en realidad que pretende? ¿Seguir jugando con él a los amantes?

—Siento que me está faltando el respeto y no se lo voy a permitir. Exijo…

—Hija, baje el tono de voz y escucha esto: voy a regalarte este consejo porque hasta cierto punto me simpatiza saber que en un tiempo estuvo al lado de Flavio apoyándolo. El respeto es como el dinero: lo puedes pedir e incluso exigir, pero es mejor ganárselo

—¿Flavio vas a permitir a tu abuelo hablarme así?

—En cuanto a ti Flavio -la interrumpió Gian Marco- en otro momento seguiremos con nuestra conversación. Solo recuerda que el tiempo te hará darte cuenta de qué lado está la razón. Y por lo menos aféitate y preséntate digno mañana a la boda. Laly se lo merece, y yo no acepto menos. Y… no me quedaré para el café. Buenas tardes

—¡Pero tu abuelo es un grosero! -dijo Ámber elevando la voz para que Gian Marco la escuchara al marcharse

—Controla lo que dices Ámber. Si te refieres a mí con esos adjetivos te lo acepto, pero de mi abuelo jamás

—¿Y desde cuando son tan cercanos? ¿No viste su trato hacia mí? ¿Por qué no dijiste nada para defenderme?

—¿Y qué querías que dijera? ¿Exactamente dime? ¿Qué haces aquí?

—¿Y a ti qué te pasa? Tengo derecho a venir a visitarte, a saber dónde vives

—¿Quién te ha dado ese derecho?

—¿Perdón?

—Pudiste por lo menos esperar ser invitada. Por ejemplo, después de la boda a que Laly también estuviera aquí y…

—¿Laly? -preguntó ella incrédula

—¿Sabes qué? voy a salir. Si deseas te puedo llevar al lugar donde vas

—¿Me estás echando?

—No Ámber; pero tengo que salir. Voy a afeitarme

—¡No me lo puedo creer! ¡No sé qué está pasando contigo últimamente!

Y sin decir más nada, Ámber se fue tirando la puerta estrepitosamente.

 

Eidly Liz

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