Capítulo I: ¿Y si mi corazón sangra…?


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Capítulo I: El Encuentro entre el Naciente y el Poniente

Laly Alessia estaba lista. Hoy era el gran día para… ¿su primer encuentro? Por supuesto que estaba nerviosa y temblaba como una hojita zarandeada por el viento… otra vez,  después de tantos años… tanto tiempo. Su corazón latía cual caballo al galope, la emoción la embargaba de pies a cabeza amenazando con salir de su pecho. 

Después de arreglarse lo mejor que pudo, caminó lentamente al pequeño despacho de su casa donde su padre le había avisado que estaba él esperándola. Al llegar, su padre le hizo una pequeña mueca y salió, cerrando la puerta tras ella, dejándola sola con el invitado para que pudieran conversar.

“¡Espero que no pueda escuchar los latidos de mi corazón… ¡pues qué vergonzoso sería!” –pensó para sí- “cálmate Laly, cálmate, que te va a dar un infarto”.

El hombre de espaldas, con el brazo derecho en el bolsillo de su pantalón y los ojos fijos hacia la ventana, se destacaba con su buen porte: alto, de espalda ancha, cuerpo atlético, musculoso, y con salpicaduras doradas en el cabello que le hacían honor a su nombre; sí, nombre que significaba “rubio, de pelo dorado”. Lo primero que ella notó cuando él volteó a mirarla fueron sus ojos… ese azul oscuro, brillante, penetrante… que evocó a un pasado lejano cuando él le había regalado la más hermosa de las sonrisas.

—Así que… tú eres Laly Alessia, bien entonces, vamos, sentémonos a conversar un rato –dijo él con una  voz un poco áspera, cargando de tensión el ambiente y volviendo a Laly al presente.

Pero en ese momento, Laly parecía una momia petrificada, pues como si de un auto sabotaje se tratara,  su mente superpuso la cálida imagen de años atrás con el frío invierno que se estaba desarrollando en estos momentos. Por otro lado, él, al notar que ella ni se movía, ni gesticulaba palabra alguna, empezó a observarla detalladamente. No, no era un análisis amigable… en su mirada había cierto aire de… ¿desdén, de… desprecio y hasta cinismo? Él continuó recorriéndola con la mirada como si estuviera viendo a la criatura más insignificante de la tierra. Laly, ante esa evaluación dura y penetrante, agachó la cabeza. No es que lo quisiera hacer… fue una reacción instintiva, un auto-reflejo, lo que la hizo sentir realmente estúpida; pero no podía sostener la mirada.

—Vamos, no creo que seas tan tímida –argumentó él– ¿cuántos años tienes? Según mi abuelo ya tienes 30 años. Una mujer de tu edad, que no sea capaz de hablar y que se comporte como una adolescente tímida me parece una verdadera torpeza.

A pesar de sus hirientes palabras, para su vergüenza, Laly no pudo moverse, ni haciendo el mejor de sus esfuerzos, pues alguna parte de su ser femenino quedó fascinada con aquél hombre que llevaba tantos años sin ver. O mejor dicho, sus ojos no daban crédito de como ese patito feo se había convertido en tan majestuoso cisne. Por eso, mientras su cuerpo y mente estaban tratando de conectarse se quedó allí de pie, esperando en silencio la siguiente estocada, pues la primera ya él lo había clavado.

—Bien entonces, será como tú quieras. Iré al grano. Sabes la razón por la que estoy aquí. Mi abuelo está empeñado en llevar a cabo esta loca idea en pleno siglo XXI;  para mí es de lo más absurdo y se lo atribuyo a su edad, el viejo debe estar senil, pero en fin… –suspiró un poco mientras blanqueaba los ojos– yo soy un hombre de negocios y no me gustar perder ni renunciar a lo que me corresponde por derecho. Así que si esta es la única manera de conseguirlo, lo acepto. Deseo saber lo que piensas… ¿Qué opinas al respecto?

Dicho esto, empezó a acercarse a ella; él  ya se había dado cuenta que la intimidaba y parecía disfrutarlo. Mientras más se acercaba más galopaba el corazón de Laly… otra vez lo volvía a ver, sí, era él, pero extrañamente es como si no fuera… por supuesto que había cambiado mucho físicamente, pero su interior parecía haber cambiado también… parecía que no quedaba ni vestigio de quién en un tiempo fue. En estos momentos le resultaba ajeno.

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Laly empezó a alzar la mirada y a observarlo poco a poco, y, mientras más se acercaba, más alto le parecía… “¡increíble, cuánto ha crecido!” –pensó–. Al llegar bien cerca, él empezó a realizar un escaneo detallado, recorriéndola con la mirada pero sin una pizca de interés personal. Sólo el escrutinio de quién va a comprar una mercancía…carente de todo afecto o sentimiento positivo o negativo.

—Si vas a ser mi esposa hay ciertas reglas básicas que debes conocer –dijo sin quitarle la mirada de encima– primera regla: mis instrucciones no se cuestionan, ni me gusta tener que dar explicaciones de mis actos, sólo limítate a acatar mis decisiones; además, soy un hombre que está dedicado a mi trabajo; mi vida son mis proyectos, lo cual hace que tenga poco tiempo para estar en casa, así que la segunda regla básica es: no deseo quejas sobre mis obligaciones maritales, no tengo deseo de compartir mi limitado tiempo contigo, así que no lo exijas.

Laly sintió como le clavaba la segunda estocada… ¿Cómo había cambiado tanto? ¿Cómo podía hablar tan a la ligera sin siquiera detenerse a pensar el efecto de sus palabras en otros? Y lo que es peor aún, parecía disfrutar haciéndolo, parecía sentirse orgulloso, triunfante, como si de una disciplina olímpica (que había logrado dominar) se tratara. Pero, no había terminado, aún había más.

—La tercera regla básica es que odio la estupidez –dijo mientras desviaba la mirada a la ventana y dándole la espalda– cuando estés a mi lado, si no tienes nada útil que aportar es mejor tu silencio. Y, finalmente –volteó a mirarla con cierto asomo de malicia en su media sonrisa que más parecía una mueca– cuarta regla: cuando llegue el momento, deberás superar tres desafíos para que pruebes ser digna de llevar mi apellido.

—¿Desafíos? ¿De qué desafíos se trata?

—¡Vaya! ¡Entonces si sabes hablar! Ya me estaba preocupando, pues pensé que eras muda, o peor aún, imbécil. De los desafíos hablaremos después de la boda. Bien… ¿Qué piensas? ¿Aún, aceptas ser mi esposa y casarte conmigo?

Laly respiró hondó. Cualquier persona con un mínimo de sensatez hubiera dicho un ¡No! firme y rotundo ante tal desfile de estúpida altivez, pues si algo no soportaba Laly eran los seres humanos como él, con sentimientos en liquidación. Personas llenas de prejuicios, plagados de su propio orgullo.  Pero se acordó del abuelo Gian Marco y la conversación que tuvo días atrás. Prácticamente le había rogado que aceptara, y de alguna manera la había preparado para esta conversación, o mejor dicho para el monólogo que acababa de ocurrir, aunque jamás se había imaginado que sería de esa magnitud.

Se llevó ambas manos al pecho sintiendo latir su corazón… sí, ese que palpitaba con tanta fuerza le pedía una oportunidad… no se explicaba la razón… es como si divisara una luz al final del túnel, una pequeña luz de esperanza de que ella lo podía lograr, podía ayudarlo. Ese pequeño destello de luz hizo brillar sus ojos y  asomar una pequeña sonrisa. Cerró y abrió los ojos en fracción de segundos para luego decir de forma audible, serena y decidida sin una pizca de temblor en  la voz:

—Sí  Flavio, me casaré contigo, seré tu esposa.

A lo que él volteó boquiabierto… pues estaba convencido de que lograría una respuesta negativa. Pero la respuesta que esperaba no resultó. El encuentro entre dos personas tan opuestas se había dado… las cartas estaban echadas…

 

Eidly Liz

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2 respuestas a «Capítulo I: ¿Y si mi corazón sangra…?»

  1. Avatar de zol
    zol

    Es como estar alli, detras de la cortina viendo lo que pasa, pero al mismo tiempo escuchando los pensamientos de Laly.

    1. Avatar de Eidly
      Eidly

      Sí, así es. La atmósfera creada echa a volar la imaginación

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