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Capítulo XVI: Las Mil y una Noches
(Parte I: El Inicio…)
Laly iba junto a Flavio en dirección a lo que sería su casa y su nuevo hogar. Los dos iban envueltos en un silencio tan abrumador que se podía tocar con las manos. Mientras Flavio conducía, cada uno iba absorto en sus propios pensamientos, masticando lentamente cada secuencia de imágenes que les venía a la mente. Costaba digerir todo lo que había transcurrido tan deprisa: desde que Gian Marco hizo la propuesta de matrimonio, los preparativos para la boda, los términos del acuerdo al que llegaron, hasta la boda, el baile, el beso… y todo lo que vendría después.
Respecto al acuerdo, uno de los términos establecidos por Flavio es que no tendrían luna de miel para poder encargarse inmediatamente de los asuntos de la empresa. Otro de los términos es que dormirían en habitaciones distintas, pero ninguna otra persona debía enterarse, especialmente el abuelo.
Por muy descabellado que sonara, Laly estaba agradecida del acuerdo previo de dormir separados, pues esa noche en particular, después de aquel beso, estar a solas con Flavio se estaba convirtiendo en un reto para su tranquilidad emocional. Todo su ser reaccionaba (de una forma desconocida hasta los momentos) ante el más mínimo roce con Flavio, ante su presencia, su olor, incluso su respiración.
Ella quería seguir manteniendo el control y dominio de sí misma y de sus emociones si quería tener éxito en su plan: primero conquistar el corazón de Flavio antes de llegar a la intimidad física. Al momento que su matrimonio fuese consumado sería porque ya existiría una relación de cuerpo y alma. Quería entregar tanto su corazón como su cuerpo y esperaba lo mismo de Flavio, que él le entregara igualmente su corazón. Así que el asunto de dormir en habitaciones diferentes, no podía resultar más ventajosa para su tranquilidad.
Por otro lado, el territorio del corazón y los sentimientos había resultado para Flavio un área demasiado complicada de explorar. Hasta hace poco, su supervivencia como soltero se debía a que nunca se permitió ninguna dependencia emocional. Sin embargo, mientras manejaba, la imagen del beso entre los dos se entrelazaba con imágenes de cuando eran niños del sueño que tuvo. Todo aquello, estaba logrando activar unas extrañas reacciones en su cuerpo que aceleraba su corazón… ¿y eso? según él nunca su corazón había latido por alguien. Así que antes de doblar para llegar a la casa detuvo el carro un momento y se aventuró a decir:
—Laly… acerca de lo que hablamos por teléfono… bueno, ese día…eso de de dormir separados…
—Estoy totalmente de acuerdo Flavio –se apresuró a decir Laly- esa casa tiene tres habitaciones en el piso de arriba, así que está bien que cada uno tenga su propia habitación ¿no? Ante la imagen pública seremos un matrimonio perfectamente normal, pero de puertas para adentro cada quién cumplirá lo mejor posible su parte del trato, estoy de acuerdo. Eso es lo que querías aclarar ¿verdad?
En realidad, eso no era lo que él tenía en mente. Por un momento había pensado decirle que quería intentar ser un matrimonio de verdad e incluso, si ella quería, podía posponer sus compromisos con la empresa y tomarse unas vacaciones, a fin de estar juntos y conocerse mejor.
—¿Es así? -preguntó sin poder evitar que se reflejara cierta insatisfacción en su voz
—En nuestra última conversación me dijiste que no me tornara para nada romántica. Por eso trato de darle a nuestra relación un panorama mucho más realista
—¿Y eso es lo que realmente quieres?
—¡Pues claro! –dijo Laly apegándose al plan- es lo mejor para ambos
Laly contestó sin notar la sutil inflexión en su voz ni el cambio en el color de sus ojos cuando, dejando de mirar al volante, volteó a mirarla. En realidad, ella estaba tan absorta tratando de salvar su tranquilidad emocional que no se percató de su mirada, pues ella misma tenía la vista fija en un punto incierto, con tal de no mirar directamente a Flavio a los ojos.
—¿Para ambos? ¿Entonces Laly se puede saber por qué aceptaste casarte conmigo? Yo tengo claro mis razones, pero no tengo claras las tuyas
—Las mías están en las letras pequeñas del contrato
—¿Letras pequeñas?
—Sí, aquellas que te iba a mencionar ese día pero no me permitiste pues finalizaste la llamada
-¿Y, cuáles son?
—Tendrás que esperar que poco a poco te lo vaya revelando… ¿seguimos? Ya tengo sueño, quiero llegar a casa
Flavio se sintió extrañamente perdido y a la vez enojado. Debía sentirse aliviado de que Laly se ciñera a los términos que él estableció. Debía sentirse feliz de que ella no intentara sutilmente acercarse a él ni intentar conquistarlo. Pero lejos de sentirse satisfecho, estaba verdaderamente molesto.
Pensó: “es obvio que a esa mujer ni siquiera le agrado, es increíble que estuve a punto de hacer el ridículo frente a ella… ¡bravo Flavio, bravo por tu estupidez! Pero entonces ¿y el beso? ¿Lo que sentí en ese beso, lo que creí percibir, entonces es… ¿mentira? Hasta los momentos he preferido distanciarme emocionalmente, siempre me he protegido de que alguien llegue a mi corazón, porque no entiendo bien eso de las relaciones humanas”.
De alguna manera Flavio había deseado mirar nuevamente a los ojos de Laly, esos ojos claros y honestos y descubrir en ellos genuino deseo, necesidad femenina, la necesidad de ella estar con él, de ser amada por él. Pero ella miraba hacia otro lado de la ventanilla, ajeno a lo que le estaba sucediendo. Ese descubrimiento y reconocimiento de su propio deseo y la actitud de Laly puso a Flavio de un pésimo humor.
Siguió manejando con amargura y con la determinación de recuperar su ecuanimidad habitual; ya suficientes indulgencias. Desde ahora en adelante Laly debía ceñirse a los límites que él le estableciera. Eso era solo un negocio para él y se había casado con ella por razones prácticas. Jamás volvería a olvidarlo.
Eidly Liz
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