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Capítulo XXI: El veneno de la cobra
Con sus casi 33 años, era agresivo como líder y valiente frente a la vida. No era muy distinto a su versión juvenil de ser testarudo y egoísta, dando por sentado el afecto de los demás, considerándolo como el acto voluntario e inútil de la otra persona. ¿Qué alguien lo amara? Era decisión de la persona que se arriesgaba a amarlo. No se sentía comprometido ni responsable por los sentimientos que otros invirtieran en él. Así era Flavio Stefanelli hasta esta mañana… mañana en la que esa chica lo miró haciéndolo sentir extraño. Lo miró como nadie lo había hecho nunca. Lo miró con ojos que hacen vibrar el alma, que pensó: “cuando me miraste al despedirme lo hiciste tan intensamente que sentí que yo era lo más precioso del mundo para ti. Pero… ¿no me decepcionarás como lo hizo mi madre?”.
Analizando con sinceridad a Flavio, su trasfondo emocional, este desprecio por los sentimientos de otros, aunque cruel, era toda una fachada. Muy en el fondo era un cobarde: no quería amar, pues amar lo podía volver vulnerable, y a eso… él le temía. Lejos de enfrentarse a sus temores, se había acostumbrado a evadirlos, evadir sus sentimientos y a las personas que le expresaban afecto: su querida abuela, su abuelo y… aquella chica, esa hermosa niña que lo había cautivado desde el primer momento que la conoció. Esa chica que en los actuales momentos se había convertido en toda una mujer… su mujer.
Con su apego evitativo, se había resuelto (mintiéndose a sí mismo) a no aceptar el amor por completo, a amar solo lo necesario y sacar un pie rápidamente para evitar salir herido.
Al llegar a la oficina trató de concentrar todo su ser (hasta la última célula) en el trabajo a fin de sacar de su cabeza la imagen residual de la mirada de Laly. También quería olvidar que habían dormido abrazados por la noche. Afortunadamente para él, hubo mucha actividad, desde la Junta Directiva convocada en la mañana hasta una pequeña reunión con su asistente personal. Después de ello se puso a organizar su agenda de actividades.
Media hora después, sonó el teléfono de su oficina….
—Señor Flavio, aquí está la señorita Ámber. Dijo que necesita verlo y no necesitaba cita previa. ¿Qué le digo?
—Hazla pasar
—De acuerdo
Ámber entró con pasos firmes y confiados, y, una sutil sonrisa.
—¡Hmmm! ¿Cómo le va al recién casado? ¿Me extrañaste en tu primera noche de bodas? -preguntó con voz cantarín
—Ámber, quedamos en que no hablaremos de asuntos personales dentro de la oficina
—¿Significa que lo podemos hacer fuera de ella? -preguntó arqueando una ceja y con voz seductora
—Ni aquí ni en ningún otro lugar. Si te hice pasar, es para preguntarte cómo va la organización del proyecto. ¿Pautaste la reunión con el equipo de diseño?
—Va marchando bastante bien la primera fase. Pienso que, si todo sigue de esa manera, podremos lanzar nuestra revista digital en cuatro o cinco meses
—Perfecto, pero en lo posible me gustaría reducir el tiempo; también consolidar a los inversores y…
—En cuanto a los inversores, de eso se está encargando Luke. Pero ya me estoy aburriendo de esta conversación -dijo cruzando las piernas para que se notara mejor sus largas piernas- ¿en realidad no tienes ningún chisme de alcoba para mí?
—No pretendo tener este tipo de conversación contigo
—¡No seas malo! Como buena amiga vine a verte, pues he estado preocupada por tu forzoso matrimonio
—¿Cuándo vendrá Luke? ¿Qué te ha dicho él?
—¿En serio que me seguirás ignorando? Ignórame todo lo que quieras, pero debo recordarte que, si estás en esa posición de hombre casado en un matrimonio obligado, no es porque lo elegiste. Eres una víctima
—¿A dónde quiere llegar con ese punto?
—Que siempre contarás conmigo como tu amiga para apoyarte durante esos seis meses difíciles. Nunca sabes cuándo me puedas necesitar, así que no me trates con tanta frialdad… no caves tu propia tumba
—No creo estar cavando mi propia tumba, pero tomaré en cuenta tu preocupación
—Por supuesto que estoy preocupada. El Flavio que conozco no doblega, ni permite que lo manipulen. Sin embargo, por lo que he observado últimamente…
—¿A qué te refieres?
—¡Hmmm! Esa extraña boda con tu esposa Lely me parece…
—No seas infantil, sabes bien que no es Lely. Pero sigas llamándola de esa manera por chocancia. ¿Qué pasa con Laly?
—No pretendo hablar mal de ella, de hecho, prefiero seguir observando. Pero francamente, su conducta hace que surja muchas interrogantes. En realidad ¿solo se casó contigo porque así lo exigió el abuelo? ¿Es tan obediente y transparente sin ningún tipo de ambiciones propias? Créeme que lo vengo pensando desde hace días y no concibo la razón por la que aceptó casarse con un hombre que desde un principio le explicó que no se enamoraría de ella y que su matrimonio no era más que un contrato. ¿Acaso no hablaron sobre eso?
—Si hablamos de ello, pero ella… “siempre ha estado enamorada de mí” (pero las últimas palabras fueron pensadas, no dichas).
—¿Ella qué?
—Nada, olvídalo
—Quizás ella también recibirá una cantidad sustanciosa de dinero por parte del abuelo. O de tu parte tras el divorcio. En fin. Espero que no tenga una agenda oculta junto al abuelo para encasillarte, luego manejarte como un títere haciéndote creer que tú tienes el control y luego quitarte tu herencia. O quizás no poder divorciarte sin acatar ciertas condiciones. Claro, sé que Flavio no es tan débil ni tan tonto para no darse cuenta de una manipulación… ¿verdad?
Flavio tan perspicaz como era, se dio cuenta en ese momento, que Ámber era un ejemplo de esa manipulación con palabras. Pero, por alguna razón, las palabras de Ámber sembraron en él dudas razonables. Percatarse que estaba bajando la guardia lo incomodaba, pues odiaba sentirse vulnerable. Por ello, esa extraña pero agradable sensación que había sentido en el pecho al salir de casa y que había permanecido durante la mañana, estaba cediendo su lugar a una desagradable acritud. (Mejores series que enganchan por amarasleer.com)
—¿Vamos a almorzar? Esta vez yo invito por los viejos tiempos y mientras estemos almorzando puedo llamar a Luke y…
Nuevamente sonó el teléfono, interrumpiendo las palabras de Ámber
—Señor Flavio, su esposa Laly está aquí
—¿Laly? –preguntó Flavio frunciendo el ceño
—¿La hago pasar?
—No, yo saldré. Dígale que espere
—¿La habías invitado?
—No, no tenía idea que vendría
—¿Entonces qué pasó? ¿Tu inocente esposita vino a tomarte el pulso y a controlarte? Si así estamos empezando siendo el primer día…
´—No creo que se atreva. Anoche volvimos a aclarar los términos de nuestra relación. Ella sabe muy bien que mi tiempo no es para ella, ni debe esperar nada de mí, y menos interrumpirme en mi trabajo
Ámber se levantó de su asiento, siseando su cuerpo lentamente hacia Flavio cual cobra hacia su víctima. Luego de acercarse a su oído lo suficiente para que sintiera su respiración, preguntó:
—Entonces no entendió suficientemente los términos. ¿Y ahora qué vas a hacer? ¿Serás un Flavio controlado?
Y cual cobra mordiendo y destilando su veneno, el color del humor de Flavio cambió gradualmente de caramelo a oscuro a medida que el veneno hacía su efecto. (Mejores series que enganchan por amarasleer.com)
Eidly Liz
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